Me debato entre
Me debato entre escribir un largo poema de amor
a una mujer que amo
y escribir un corto poema de odio
al mundo.
Debe de ser cosa del domingo por la tarde —mañana es lunes
y tendrás que contártelo todo de nuevo,
sí, otra vez
—o quizás
será que estoy cansado y tengo hambre.
Podría hacerme un bocadillo o podría
salir a pasear pero no hay catedrales en mi barrio ni tampoco un último rayo de sol
que las ilumine.
Es un barrio muy normal. Lo mejor es el supermercado.
En verano me quedo junto a los congelados y miro las cajas de colores,
las gambas, las pizzas, los calamares de Chile,
cuerpos y más cuerpos amontonados, chico, sé
que hay una verdad ahí,
entre esos cuerpos , lo sé, lo siento
como dicen que sienten las catástrofes
los animales salvajes,
con las tripas, con la nuca, con lo que quiero
y todavía no tengo.
A veces hasta me echo a aullar,
allí mismo, en el súper y entre congelados,
imagina,
imagínate la cara de las señoras y las cajeras,
pobrecitas ellas,
¿qué habrán hecho para tener que soportarme?
Deja que te responda,
nada
han hecho,
nada de nada
Podría salir a pasear, sí,
dar una vuelta,
buscar un banco a la sombra,
comerme un melocotón
y
disfrutar
de la misma voluntad inescrutable que hace las rosas y hace el hierro
y las trivialidades que nos retienen al borde del camino,
del aire cargado de tormentas y del plástico barato,
del globo que el niño perdió,
rojo
y a la deriva,
pura espalda sonriente
como tu infancia en terapia.