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No direction home

Natalia y yo nos enamoramos y nos

volvimos locos.

 

Es normal si te enamoras. Esa parte está

muy bien.

 

Ella no era la Gardner pero tenía buen saque,

y yo tampoco era Brad pitt aunque sí igual de creído,

así que debimos pensar más o menos

al mismo tiempo

 

qué diablos.

 

Y nos los largamos

en furgoneta

a buscar los ríos de Europa.

 

Vimos algunos, sí,

y siempre nos parecieron más pequeños

que en las fotos,

más escasos,

menos,

 

pero claro, es que nosotros estábamos

enamorados de verdad.

 

¿Qué río nos iba a hacer sombra?

 

Recuerdo una vez en Viena que tuvimos que elegir.

Y elegimos, oh sí, la garrafa de vino de un litro

a un euro. El papel

higiénico lo robamos de los baños de la universidad.

 

Así de enamorados estuvimos.

Así fue.

 

Esa parte no estuvo mal.

 

Luego me dijo Me voy

y yo le dije No,

me voy yo.

 

Y qué cagada

 

quedarme sin casa en invierno.

 

Esa parte no me gustó.

 

Nada.

 

No direction home.

 

Nunca se me ocurrió pensar que yo

no tenía hogar.

Porque es obvio que no lo tengo.

¿Por qué si no habría yo buscado uno?

 

Recuerdo que cuando rompimos

y yo miraba a los viejitos caminar

cogidos de la mano,

lloraba.

 

Pero el tiempo ha pasado y ahora,

cuando veo un viejo,

tan solo me parece que huele.

 

Es un olor especial,

a sucesión de animales muertos

tras la que solo queda una persona y sus cuentas,

que es un aquí que es un ahora y un nunca jamás.

Fascinante.

 

No direction home.

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